DEMOCRACIA: 2 PARTE.
Una comunidad es democrática, si los miembros que la
conforman lo son y las relaciones entre
ellos, lo son también. O sea si son educados, respetándose los unos a los
otros.
No solo por el hecho de votar y elegir entre los elegibles hace
que la comunidad sea democrática. Hace falta también que el sistema de
votaciones sea simétrico, transparente y auditable. A modo de ejemplo en una
carrera de 100 metros participan diversos concursantes que parten del metro 0,
salvo uno que parte del metro 80 y que a la postre gana la carrera.
Evidentemente la ha ganado pero en desigualdad de condiciones:
-ha sido asimétrica en cuanto ha partido del metro 80,
frente al resto que partió del metro 0
-no es transparente en cuanto los concursantes ignoraban que
partían con desventaja y tal vez no hubiesen concursado
-no es auditable, en cuanto que el árbitro de la carrera no
fija ni requiere que partan todos desde la misma posición, siendo parcial.
Los que protestan al ver como se ha desarrollado la carrera,
se les expulsa de nuevas competiciones y se comunica a la audiencia, que no
reúnen los requisitos necesarios para competir. Se escucha en los mentideros
que no sabían perder. La audiencia
escucha, pero no ve y cree que el ganador, lo es legítimamente.
El sistema de votaciones nos indica el grado de pureza
democrática de la comunidad, del respeto de los integrantes a la comunidad y el
mutuo respeto entre los miembros. Si el sistema de votaciones está viciado, el
régimen de funcionamiento de esa comunidad lo está también y su democracia
prostituida, pese a que sus mandatarios hayan sido elegidos por el censo
comunitario.
No se trata solamente
de tolerar la existencia de otras ideas, de otras soluciones para resolver los
problemas de la comunidad, sino de tolerar al otro, procediendo con una
conducta de respeto al otro, generando
un escenario de conducta democrático, de juego limpio y no hacer trampas para
ganar o imponer las tesis propias.
En definitiva de lo que se trata es-como me decían las
monjas, cuando era un crío- de ser bueno, de hacer el bien. Si todos nos
dedicamos a hacer el bien, la vida es más fácil, se resolverían muchos
problemas, entre otras cosas, porque dejarían de serlos y solo nos quedaría
extraer a la naturaleza los frutos de la supervivencia. Este es el verdadero
cambio. La auténtica mutación psíquica del hombre: implantar e implementar en
mayor intensidad el bien, en la comunidad. Si nuestras propuestas de hacer el
bien en la comunidad, que pueden diferir de la de otros, no las tratamos de
imponer a los otros y los procedimientos y conductas vertidas son coherentes y
paralelas al bien, son bien, llegaremos a alcanzar la verdadera democracia y
abandonaremos la demagogia. No todo vale para ganar, ya que, el fin no justifica los medios.
Francisco Anaya Berrocal, en Málaga a 26 de junio de 2016.
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