sábado, 2 de julio de 2016

DEMOCRACIA: 2 PARTE.
Una comunidad es democrática, si los miembros que la conforman lo son y las relaciones  entre ellos, lo son también. O sea si son educados, respetándose los unos a los otros.
No solo por el hecho de votar y elegir entre los elegibles hace que la comunidad sea democrática. Hace falta también que el sistema de votaciones sea simétrico, transparente y auditable. A modo de ejemplo en una carrera de 100 metros participan diversos concursantes que parten del metro 0, salvo uno que parte del metro 80 y que a la postre gana la carrera. Evidentemente la ha ganado pero en desigualdad de condiciones:
-ha sido asimétrica en cuanto ha partido del metro 80, frente al resto que partió del metro 0
-no es transparente en cuanto los concursantes ignoraban que partían con desventaja y tal vez no hubiesen concursado
-no es auditable, en cuanto que el árbitro de la carrera no fija ni requiere que partan todos desde la misma posición, siendo parcial.
Los que protestan al ver como se ha desarrollado la carrera, se les expulsa de nuevas competiciones y se comunica a la audiencia, que no reúnen los requisitos necesarios para competir. Se escucha en los mentideros que no sabían perder. La audiencia escucha, pero no ve y cree que el ganador, lo es legítimamente.
El sistema de votaciones nos indica el grado de pureza democrática de la comunidad, del respeto de los integrantes a la comunidad y el mutuo respeto entre los miembros. Si el sistema de votaciones está viciado, el régimen de funcionamiento de esa comunidad lo está también y su democracia prostituida, pese a que sus mandatarios hayan sido elegidos por el censo comunitario.
 No se trata solamente de tolerar la existencia de otras ideas, de otras soluciones para resolver los problemas de la comunidad, sino de tolerar al otro, procediendo con una conducta de respeto al otro,  generando un escenario de conducta democrático, de juego limpio y no hacer trampas para ganar o imponer las tesis propias.
En definitiva de lo que se trata es-como me decían las monjas, cuando era un crío- de ser bueno, de hacer el bien. Si todos nos dedicamos a hacer el bien, la vida es más fácil, se resolverían muchos problemas, entre otras cosas, porque dejarían de serlos y solo nos quedaría extraer a la naturaleza los frutos de la supervivencia. Este es el verdadero cambio. La auténtica mutación psíquica del hombre: implantar e implementar en mayor intensidad el bien, en la comunidad. Si nuestras propuestas de hacer el bien en la comunidad, que pueden diferir de la de otros, no las tratamos de imponer a los otros y los procedimientos y conductas vertidas son coherentes y paralelas al bien, son bien, llegaremos a alcanzar la verdadera democracia y abandonaremos la demagogia. No todo vale para ganar, ya que,  el fin no justifica los medios.


Francisco Anaya Berrocal, en Málaga a 26 de junio de 2016.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio