DESCONSTRUCCIÓN
Existen políticos profesionales y
políticos aficionados. Los que viven de
la política y los que viven para la
política. El político profesional termina por desarrollar habilidades y
destrezas para defender lo que habla sin creer en lo que dice. En tanto el
político aficionado cuando deja de creer no en la ideología que sustenta su
formación política, sino en la estructura orgánica que la sustenta, no es capaz
de argumentar y contra argumentar su programa electoral, -que no su ideología,-
al dejar de creer en dicha formación y se produce entonces primero una parálisis
y luego el abandono, dejando el campo libre en su formación política para los protoprofesionales,
que al dedicar todo su tiempo a su proyecto de empleo (vivir de la política) vencen y entonces la formación política se convierte
en un centro clientelar.
El político profesional cuando defiende
lo que habla, lo que defiende es su sustento y no lo que dice. Y no lo hace
porque para exponer sus planteamientos de modo razonado y fundamentado, así
como realizar réplicas argumentadas a los contraargumentos de su rival político,
necesita creer en lo que dice y no es el
caso. Afortunadamente para él, su rival político se halla en la misma tesitura.
Vivir para la política es un
ejercicio de decencia. Pero vivir de la
política es un ejercicio de indecencia, no por el mero hecho de vivir de ella,
sino el modo a como se accede a vivir de ella.
La nueva política suponía crear discurso y creer en lo que se dice en
la contienda electoral. Y una vez acabada esta, colaborar y cooperar con las
otras fuerzas políticas para resolver las demandas vecinales, las demandas
ciudadanas.
La nueva política es la metodología
necesaria, que no suficiente para ayudar a resolver el agotamiento del sistema
político antes que se produzca su quiebra. Pues una vez que llegue, la quiebra,
no será posible la reforma y sí la ruptura y lo que ella conlleva. La Historia
se encarga de decirnos que la revolución no se vota en las urnas.
El político profesional no puede vivir,
ni siquiera sobrevivir en un escenario de nueva política y no puede, al no estar dotada su conducta, de las armas y dotaciones necesarias para
triunfar y funcionar en el nuevo
escenario y se aferra al sistema político existente, ya agotado
con ideologías muertas, que dan certidumbres a masas, que no se adaptan a tanto cambio y que son
carne de cañón de los políticos profesionales, que le sermonean con ideas
muertas que perpetuán el decadente sistema político, generando inmovilismo y no regeneración y por
ende nos llevaran a la revolución.
En este tiempo de discursos de ideas
muertas, de populismos que cuentan ideas que queremos escuchar, de prometer lo
que no pueden cumplir, de distribuir lo que no hay, de derrochar lo que
necesitaremos en el futuro, la demanda regeneradora es ocupada y colonizada por
marcas políticas que no materializan su desconstrucción y por tanto se
convierten en más de lo mismo bajo otro formato
y contexto, que les hace nacer, pero le impide crecer. No entienden que
las técnicas de dominación interna basadas en el terror a la vigilancia y el miedo al castigo y que daban lugar al
sometimiento, conformándose masas de
súbditos, ya no son posibles y que han sido desterradas por técnicas de dominación
basadas en la generación de dependencia donde el individuo se cree libre.
El nuevo sistema político requiere para
su conformación de la existencia de partidos políticos que funcionan de abajo
a arriba y no como en el sistema anterior de partidos que funcionan de arriba a abajo. Es por lo que se
hace necesario la desconstrucción o sea es la desintegración y refundación simultanea del partido. Primero
se derriba la cúpula existente, que es la que dio vida al partido y luego
se elige otra, creada desde las bases que se adhirieron. De este modo el
partido somos todos, en cuanto elegimos y no los escogidos que resultan cuando
funciona de arriba abajo y que da lugar a súbditos de partido (disciplina
militar + intransigencia religiosa). Ya que estos últimos valen para capturar a
votantes-hinchas, pero no a ciudadanos.
Francisco Anaya berrocal, en Málaga a 22 de mayo de 2016.
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