sábado, 30 de septiembre de 2017

EL MANTRA DE LA IGUALDAD O EL TABÚ DE LA DESIGUALDAD: DERRIBANDO LO POLITÍCAMENTE CORRECTO.
Los pregoneros del “yo me lo llevo”, en su falaz discurso,  dicen lo que la gente quiere escuchar: de que todos somos iguales, con el fin de posibilitar que sus feligreses  renieguen de su situación de desigualdad. Estos  listos y listillos, sabedores de ello,  pregonan dicho mantra: todos somos iguales, un hombre, un voto……, .etcétera   Y  eso es lo políticamente correcto. Manifestar lo contrario, te convierte en un predicador del desierto, en un anti demócrata y demás tabúes.  Es la historia interminable de todos somos iguales teóricamente pero como en la práctica no lo somos: proponemos esta religión, proponemos esta ideología o mejor dicho contra ideología dominante que derribara el orden establecido y una vez mutada en ideología dominante: todos seremos iguales (en el reino de los cielos, en la sociedad comunista…..etc.) Mentira, todo es mentira, no somos iguales, no podemos ser iguales y no debemos ser iguales.
 La pluralidad y la diversidad originan diferencias que se traducen en desigualdades. Esta riqueza de diversidad y pluralidad hace que el encaje y conexión de las mismas produzcan disfunciones o anomalías, que de no ser resueltas provocan la devastación de dicha riqueza mediante “la intolerancia de la diferencia”. Solo en escenarios de tolerancia progresan las ciencias, las artes y en definitiva la cultura, avanzando  la sociedad. Esta tolerancia se nutre de la pluralidad y la diversidad que genera desigualdades que son necesarias para la eficiencia económica y la equidad social1. Y lo son porque la desigualdad en el esfuerzo, en el trabajo, en la adquisición de conocimientos ha de traducirse en desigualdades de renta y patrimonio. Y no es económicamente eficiente ni socialmente equitativo que se reparta esa riqueza entre los que no han contribuido a su formación.
Cuestión diferente es la distribución de dicha riqueza entre sus forjadores, distingamos pues productores de parásitos. A modo de ejemplo un funcionario puede ser parasito o productor en función de que cumpla diligentemente y esforzadamente su labor; lo mismo podría decirse de los empresarios, de los……..
Distingamos también que los votantes no pueden decidir con su voto que se hace con el dinero de los contribuyentes para lo que no son bienes y servicios públicos o sea bienes y servicios privados. Que el volumen y la composición de los bienes y servicios públicos no la puede fijar la política vía voto (subjetiva) sino las leyes del mercado (objetiva).
Pero en eso, llegan los listos y listillos, que pregonan el mantra de la igualdad como sermón para sus parroquianos que encantados lo votan o lo adquieren gratis  (que no lo compran, que es una acto oneroso que requiere “desprenderse de a cambio de”) generando la anomalía o disfunción antes referida por la que los productores son confiscados por los parásitos con exponentes como el impuesto de sucesiones o la plusvalía municipal por causa de muerte.
En definitiva iguales para repartir los frutos de los sudores de otros, ¿pero que hay de repartir dichos sudores?  Y es que repartiendo  sudores no se ganan elecciones, no es políticamente correcto.
1-      Eficiencia económica, equidad social  en franciscoanayaberrocal.blogspot.com febrero de 2017.

Francisco Anaya Berrocal, en Málaga a 10 de septiembre de 2017.




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