viernes, 6 de julio de 2018

CARTA A FELIPE VI, Rey de España.







CARTA A FELIPE VI, Rey de España.




Resucitar políticamente a los muertos con la exhumación de los restos de Franco, no es que sea volver al guerracivilismo, pues estamos en otro contexto histórico, pero si es matar a la Transición y por ende al régimen de la neorestauración borbonica.
El espíritu de conciliación y consiguiente paz que permitió la Transición queda agotado y se plasma con dicha exhumación de los restos de Franco en el valle de los Caídos.
Que tenemos que avanzar y cambiar lo que está mal, no cabe la menor duda.
El problema no es lo que se hizo en la transición, sino lo que vino después, una vez que el ejercito deja de ser un poder fáctico (23 de febrero de 1981).
La reforma constitucional se tiene que hacer pasando página del valle de los caídos, de que el pasado no tiene futuro y de que no se puede instrumentalizar para “el ahora presente”.
Lo que no es admisible es que la reforma constitucional se base en que Cataluña y Basconia hablen de tú a tú a España y eso se quiera encajar constitucionalmente.
Un proyecto de vida en común que no sea igualitario no es admisible por el resto de España. El Flat no puede seguir siendo un cupo catalán disfrazado. La reforma constitucional no puede consistir en mantener las asimetrías entre territorios. Porque si en eso consiste la reforma, España es cuando se rompe.
Para evitar el drama que se nos viene encima, la jefatura del Estado tiene que ejercer como tal y no esta diseñada para ello. Ser rey ya no es hacer, lo que hacía su padre (el modelo canovista murió con el 23F), sino ser supervisor y garante de la división de poderes. El poder del estado difiere del poder del gobieno, permanece mientras el gobierno cambia y ha de supervisar las instituciones que teoricamente han de fiscalizar y supervisar al gobierno en términos ejecutivos, que no legislativos.
Las cosas han cambiado y la monarquía como símbolo y representación morirá sino asume su papel ejecutivo de poder del Estado.
La Corona para su pervivencia requiere diseñar una reforma constitucional informada por la homogeneidad y simetría de personas y territorios, así como nacionalizar al Estado (ortega y gasset) o sea liberarlo de los intereses espurios y particulares por lo que está secuestrado.
Los privilegiados, ya sean territorios o personas, no solo lucharan por mantenerlos, sino por amplificarlos y entonces habrá que pagarles la factura sin haber caudales para ello, rompiéndose por agotamiento fiscal y agotamiento espiritual. El agotamiento espiritual no consiste solo en españoles que quieren dejar de serlo (nacionalistas catalanistas y vascos), sino también en los españoles que desean que esos españoles separatistas dejen de ser españoles, que no quieren pagarle la factura, que manifiestan que los derechos los tienen y los sostienen las personas y no los territorios, que el proyecto de vida en común debe estar fundamentado en una simetría fiscal y no en una unidad de mercado para lo que me conviene. Si la jefatura del Estado no percibe esta lectura social, sino es capaz de nacionalizar el Estado y liberarlo de intereses particularistas , cavara su propia tumba.
Un destino histórico de siglos de convivencia, de milenios como España es no puede ser roto por una moda pasajera de nacionalismos separatistas en un contexto internacional de integración supranacional.
Su bisabuelo marcho para evitar un derramamiento de sangre, que finalmente se produjo; no puede contentar a todos, elija, le respalda el aliento de los leales a España.




Francisco Anaya Berrocal en Málaga a 6 de julio de 2018.
































































































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