domingo, 22 de noviembre de 2015

MEMORIAS DEL ÚLTIMO ESPAÑOL DE ESPAÑA: 5

Federico aspirante a play-boy frustrado y apolillado por el paso de los años, leía para entretenerse al tiempo que elucubraba cuentos, historias y contra historias que aspiraban como él,  a alojarse en el cementerio de los libros olvidados. La no aceptación de un destino, de esa lucha que le envuelve, la no resignación,  de aceptarlo como algo inevitable, le hace pasar por la vida de manera necesariamente insatisfecha, cuya represión,( la insatisfecha), le conllevaba un vivir atormentado,  soportando una existencia evadida de su realidad mediante una embriaguez mental disfrazada de etílica.
Asomado a la ventana de su casa veía pasar la gente recorriendo la calle y al tiempo veía pasar la vida como si no fuera con él. En último término pareciese que el transcurrir lánguido y perezoso de su vida no fuera con él y se tratase de otro u que tuviese  un sinfín. Por molestarle, le molestaban hasta sus personajes y ese malestar informaba y se traslucía en su obra, de un poder no hacer nada,  que el mismo resumía como abulia y desidia, esperando un no sequé que estaba ya (el no sequé) agotándose  y que  supondría la implosión.
Le dijeron que había dicho una mentira, cierta o no, el caso era que en ese trance se medía su honorabilidad y ello le desconcertaba, pues no alcanzaba a comprender como le podían decir eso. No obstante  y en medio del naufragio iban en la barca a tope, de modo que no cabía la posibilidad de albergar a nadie más, cuando vieron más náufragos que se ahogaban y solicitaban auxilio ante el eminente peligro de muerte que les perseguía y que querían extender a los de la barca. La mentira según se viese era falta de conocimiento, de capacidad de  alojamiento de la barca o falta de sensibilidad y socorro.  El caso era que recoger una persona más era hundir la barca  y ante ello vieron como se ahogaban, salvo Federico que en ese momento se despertó. Pensó se habrán salvado, al menos recogerían a uno por el peso que él suponía. No quiso averiguarlo, porque ello suponía adentrarse en el sueño y con ello el ahogamiento de todos los que concurrían en la barca al incorporarse él y con él, su peso.
Federico pensó que lo mejor para olvidar el sueño, era coger un buen libro y ponerse a leer, lo cual hizo; por lo que les paso, yo, el autor a narrar lo que leía Federico:
Hoy he soñado que el mundo era tal como lo había soñado. Que era tal como lo había escrito, tal como había reinventado la Historia, ya que me dedico, en mis imaginarias a modificar el curso de la Historia, según mi idealismo. Pero me desperté y quería seguir soñando, ya que no me gustaba lo que veía, lo que sentía, lo que acontecía al mí alrededor. ¿Cómo podía cambiarlo? Soñando tal vez. ¿Podemos cambiar el curso histórico o inevitablemente se producirá? ¿Es la voluntad de dominar la Historia, de la realidad que nos envuelve, la condición necesaria para abatir el curso histórico? O por el contrario ¿es la noluntad, la clave? El no hacer nada y permitir, que se desarrollen en su plenitud las contradicciones del sistema en que vivimos, para así, poder pasar a otro estadio histórico, de modo que el tiempo no pase sino que de vueltas en redondo como decía el autor de “los Buendía”.
Federico mientras leía se le ocurrió infiltrarse en la mente del autor, al objeto de preguntarle cómo se resolvía su sueño, el del problema de los ahogados; pero luego retrocedió al apreciar que el referido autor, lo que le hacía eran preguntas que le  generaban más incertidumbres y él lo que quería, era encontrar la verdad, hallar certezas. Federico por no saber, no sabía ni encontrarse a sí mismo, de modo que se sumergía de nuevo en el mundo por él inventando  con la intención de al menos allí si podría mandar y dominar, ya que era lo que le hacía feliz. No se trataba de reproducir sus genes vía espermatozoides, sino de reproducir sus ideas hechas realidad. Y en ese mundo al menos él lo escribía.

De pronto le llego una noticia que lo aturdió. Su mundo imaginario lo estaban leyendo.

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