miércoles, 29 de abril de 2015

Separando votos de dineros

Separando votos de dineros.
A menudo se confunde democracia con dictadura de la mayoría; de manera que cuando se vota lo que más conviene individualmente a sabiendas que no es el interés general, pero puesto que nuestro voto pertenece al grupo mayoritario, la elección democrática camufla la dictadura de la mayoría y ello es resultado de una elecciones conformadas por votantes, que no ciudadanos, que deciden en función de intereses particulares y no generales. Y así estos votantes se dedican a decidir que se hace con el dinero de los contribuyentes, hace que se legitime que estos,- los contribuyentes -busquen cauces para poner a buen recaudo sus intereses, de manera que los mercados se entrometen y condicionan el devenir político.
¿Pero que son, los mercados? Algunos ingenuos creen que son un puñado de capitalistas de Wall Street o de Londres. Pero los mercados son millones de personas que  votan con bolsas de dinero,  día a día  y son muchos y deciden o votan que hacen con su dinero, si compran, si venden o no hacen nada y no están dispuestos que los que” votan con voto “decidan que se hace con su dinero.  Porque los que votan con voto, solo pueden votar lo que le  es propio y circunscrito a su ámbito de actuación y que no es otro, que lo público o sea los bienes públicos y esta actividad pública se tienen que dedicar a producir bienes y servicios públicos, pero no privados. Y la diferencia fundamental entre bienes públicos de bienes privados estriba que el goce y beneficio de un bien público por parte de una persona en su rol de ciudadano no excluye el disfrute de los mismos a terceros, en tanto que el consumo  o uso de bienes o servicios privados en su rol de consumidor u usuario  sí.
Los bienes privados dependen de la demanda efectiva o sea de la necesidad o deseo más la capacidad de pago, midiendo al usuario por la cantidad de dinero que dispone calculando sus costes por una metodología de pérdidas y ganancias en tanto que los bienes públicos dependen de la demanda política o sea de su necesidad o deseo más su capacidad de voto cuya medición  de usuario está determinada  por su pertenencia a un grupo socio-político de votantes y los costes se obtienen por metodología presupuestaria.
Cada grupo sociopolítico de votantes procurara obtener distribuciones de renta que le sean beneficiosas aunque perjudiquen el conjunto total y de este modo  suplir su falta de” demanda efectiva” con “demanda política” y así obtener bienes y servicios que trabajando no gozarían pero votando, si son del grupo ganador, sí. Se produce entonces una transgresión de la equidad entre sector público y sector privado  y dentro del sector privado entre los que dependen de la demanda pública y los que dependen de la demanda privada.  Así un fabricante de legumbres cocidas que venda en cuarteles, asilos, …y demás instituciones públicas querrá  presupuestos públicos expansivos en tanto que otro que los venda a hoteles y supermercados, querrá presupuestos públicos restrictivos, en cuanto que entonces sus clientes tendrán más renta disponible. En definitiva políticas socialdemócratas o neoliberales esconden y camuflan intereses concretos y determinados que con el rumrum  de las políticas y las ideologías engañan a la gente.


La separación de mercados y política pasa por la separación de bienes públicos de bienes privados; pasa porque el dinero público se destine a financiar bienes y servicios públicos, que no privados, pues para eso ya están las empresas privadas y los mercados. Que cada uno en su redil,  ya que de este modo no se genera el caldo de cultivo necesario para la corrupción como consecuencia y efecto de la politización de las instituciones que consiste en la mercantilización de la actividad pública orquestada por la partidocracia que permuta mordidas por contratos o sea la venta de sus derechos como prescriptor  de las administraciones públicas ya sea  como comprador o vendedor.
La intromisión es mutua y continua de modo que se organiza todo un entramado laberíntico que conforma una superestructura jurídico-política  e institucional que vicia la política y distorsiona los mercados y la economía en general. A modo de ejemplo ahora asistimos  a una expansión monetaria sin igual en la historia que origina un tipo de interés casi cero, pero que no refleja el volumen de ahorro de la economía con lo cual se envía una información distorsionada al mercado (el precio del dinero) para los que tienen  que tomar decisiones de inversión y consumo ya sean privadas o públicas. No les cuento lo que se va armar cuando salga a la luz que el saneamiento de los activos tóxicos de los balances de bancos y demás compañías de la economía  financiera se ha saldado  con más toxicidad al emitirse dinero sin valor o fundamento real.
Las intromisiones son continuas  y así, se confunde  pobreza  con desigualdad, queriendo arreglar la pobreza a base de igualitarismo y con ello llevando políticas correctoras para suprimir la desigualdad, cuando a lo sumo lo que podemos aspirar es a diferencias igualitarias y en todo caso combatir la pobreza con crecimiento económico sustentado en desarrollo tecno científico y no en la  amplificación de mercados. O sea cuando el crecimiento deriva no del aumento poblacional, si no del aumento de consumo por persona (desarrollo económico).
Antaño, en el pasado, al objeto de evitar los ciclos bruscos de altas y bajas en la economía capitalista, con las perturbaciones sociales y políticas que conllevaban, se fueron ideando y poniendo en práctica instrumentos  y mecanismos correctores de mercado, que  en vez de corregir los defectos del sistema, lo que hacen es agravarlos en número e intensidad, de modo que se precisa  la eliminación de los mismos y establecer otra estructura regulatoria por la que la economía de mercado como sistema de fijación de precios no se halle distorsionada y manipulada  por el entramado político y refleje la realidad de los mercados como sistema de información fidedigno para la toma de decisiones de inversión tanto privadas como públicas.
Una nueva estructura regulatoria por la que los que hacen mal su trabajo y no son eficientes son expulsados del mercado y no premiados; véase el caso de la banca  y a escala planetaria.
En definitiva tenemos que sustituir a los que hacen como que pagan, cuando el dinero no es suyo, así como a los que hacen como que trabajan cuando no sudan. Y lo tenemos que hacer, ya.
Francisco Anaya Berrocal
Málaga a dos de abril del año dos mil quince.