España versus AntiEspaña.
España versus AntiEspaña.
Si me lo permiten, España es como una moneda con dos caras: reverso y anverso; por una cara está la España neta, la España que se siente española y orgullosa de serlo y por otra parte está la AntiEspaña, la que abomina de lo que es España, de su historia y su tradición.
Y es esté, el subyacente que informa y dirige el debate: Monarquía versus República (España versus AntiEspaña). Lo que realmente se cuestiona no es la forma de Estado, sino la forma de sentirse español, ya sea en la modalidad español o en la modalidad antiespañol. Esto explica que existan republicanos que no quieren la República, que antes eran juancarlistas y ahora felipistas. Para ellos o mejor dicho para nosotros en términos lógicos, el que el hijo del jefe del Estado sea jefe del Estado tiene la misma coherencia que el hijo del juez sea juez o la hija de la cirujana sea cirujana; no tiene ni pies ni cabeza. Ahora si tú antes de ser republicano o monárquico, de elegir la forma del Estado, eres español -y la existencia de la nación es preexistente a la forma de estado de la misma manera que el padre es preexistente al hijo-, nunca irás en el mismo tren con los miembros de la AntiEspaña( comunistas, socialistas confederales y separatistas-nacionalistas) porque la estación de destino no es al misma aunque haya una parada en la estación República.
Y es en esta secuencia o itinerario político donde toma sentido ser monárquico (o mejor dicho republicano que no quiere la República), en su dimensión historicista, como instrumento y medio para preservar a España como nación.
La quiebra del Estado autonómico, su fracaso como proyecto histórico de integrar los nacionalismos periféricos en la gobernabilidad del Estado, de su integración en la dirección del Estado para sumar y pulverizar la segregación, en suma la agonía y quiebra del Antiguo Régimen del ‘78 hace que hallamos entrado ( y la mayoría no se ha enterado) en una trayectoria con destino final en la República, donde el “amoral” aspira a ser el 1º presidente de la III República Confederal.
La tolerancia a las distintas formas de sentirse español, de ser español es de rigor, pero la tolerancia a los que se sienten antiespañoles es de idiotas y por eso felones, amorales y demás “expertitud” siguiendo el lenguaje de la vicepresidenta, encuentra acomodo en la piel de toro.
Solo una nación que ejecuta propiamente por si misma sus decisiones colectivas, se cataloga como soberana y para ello es necesario nacionalizar el Estado (Ortega y Gasset)1, que se halla secuestrado por los intereses espurios de socialistas confederales, comunistas , separatistas-nacionalistas y demás ralea rupturista en su dimensión o trama política.
En este secuestro del Estado por la AntiEspaña para el azote y aniquilación de España y los españoles, la Corona instalada en su papel de lo políticamente correcto, se niega a si misma y se niega como baluarte de la unidad de España. La polarización no deja espacio para la ambigüedad y si a la definición. Alfonso XIII marcho para evitar una guerra civil y su auto destierro fue inútil.
La constitución de 1978 no es intemporal, el espíritu del 78 no existe y España necesita de una jefatura del estado que nacionalice el estado, que restablezca la división de poderes y la soberanía recaiga en el pueblo y no en sus delegados (partidos políticos).
1-el fracaso de “La agrupación al servicio de la República” es el fracaso de la II República, de la imposibilidad de los demócratas de convivir con la izquierda totalitaria de Prieto, Largo, comunistas…..; para los últimos la República era un medio para alcanzar la sociedad socialista y no un fin.
Francisco Anaya Berrocal en Málaga a 27 de diciembre de 2020.